miércoles, 19 de marzo de 2008

SEXO Y CALCETINES

Siete de cada diez españolas consideran que ver a un hombre desnudo con los calcetines aún puestos, es la viva imagen del anti-clímax sexual, mientras que las tres restantes, consideran que todo depende de la marca, color y diseño de dichos atuendos pedestres. Una encuesta realizada entre la población masculina refiriéndonos a este fenómeno tan extendido, revela:
a) que los españoles consideran que en el acto sexual apenas intervienen los pies, y que, por tanto, es muy común olvidar despojarse de dichas prendas;
b) que todo depende de la estación del año que sea, y que no todo el mundo tiene calefacción en casa;
c) que qué importancia tiene llevar fundas en los pies, si se te exige llevarlas en el pito;
d) que los calcetines son para llevarlos en los pies y que peor sería si te los dejaras puestos en las orejas;
e) que es bastante injusta la queja, ya que hay otras personas que practican el coito con unas ojeras terribles y nadie ha manifestado nada al respecto.
Todo esto no ha hecho sino levantar un acalorado debate entre la población practicante del coito. Entonces, ¿son o no los calcetines un obstáculo para el pleno goce sexual? John F. Malthews, psicólogo clínico, especializado en relaciones recíprocas, de la Universidad de Michigan, propone un giro radical al asunto: “Los calcetines deben desaparecer del vestuario masculino. Muerto el perro, se acabó la rabia”, afirma tajantemente Malthews. Greenberg Collins, sociólogo, famoso por su libro “No sabe, no contesta o el fenómeno de hacerse el suizo en las encuestas”, propone una solución menos extremista. Declara que hay que fomentar una conciencia acerca de lo nocivo de dicha conducta y para ello propone campañas publicitarias de consejo. Collins realizó una campaña piloto entre los estudiantes de la Universidad de Murcia, donde se repartieron folletos y se colgaron carteles con lemas del tipo: “Pon orden en tu vida: primero los calcetines; después los pantalones” o “Los calcetines no molan si vas en bolas”. Los resultados del experimento fueron, en cierto modo, alentadores: un 45% de los estudiantes afirmaron que su vida sexual había mejorado y que el goce era más pleno sin calcetines, el resto declaró que su vida sexual seguía siendo igual que cuando llevaban los calcetines puestos, sólo que ahora se resfriaban con más frecuencia. Malthews declaró que el experimento de Collins carecía de validez, ya que fue realizado en el mes de junio, mes caluroso en el cual la gente apenas se pone calcetines si no es para ir a una boda. “Greenberg Collins no controló el factor clima”, afirmó rotundo el profesor John F. Malthews en el primero congreso “Sexo y atuendos” celebrado en Wisconsin. Se añadió al debate la psicóloga social Marie Bernadette, especialista en el tema y autora, entre otros, del famoso ensayo “Quítatelo todo: El amor al desnudo”, haciendo hincapié en el significado inconsciente de dejarse puestos los calcetines. Bernadette dice al respecto: “El hecho de dejarse puestos los calcetines viene a significar la presencia de un rescoldo de timidez en el sujeto, que no quiere mostrarse totalmente desnudo a su partenaire: es como un símbolo de su inseguridad; es decir, el individuo que así se conduce nos muestra un
carácter reservado que no quiere entregarse en su totalidad, o, como diría Goldfried Briegmann, en su globalidad absoluta”.
De momento el debate sigue en el aire y no se han encontrado aún soluciones claras a la cuestión que tratamos y que tanto preocupa a la población coito-practicante. Los sexólogos más avezados proponen una solución de compromiso: aconsejan a los sujetos que sean comprensivos con aquellos que aún se dejen los calcetines puestos y promulgan una campaña a favor de la tolerancia con el lema: “Ya que echas un quiqui, no te pongas tiquis miquis”.

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