miércoles, 19 de marzo de 2008

GOLDFRIED BRIEGMANN Y EL CAFÉ SOLO LARGO

Goldfried Briegmann, creador de la pequeña taza para el café solo, también lo fue del café solo largo. Pero como todos los grandes inventos, también éste fue producto de una casualidad. En su traslado de Dortmund a Viena, por motivos profesionales, una negligencia de la agencia de mudanzas, llevó a extraviar su vajilla de tazas pequeñas, facturándose ésta erróneamente a Kentucky. Una vez instalado en su casita de Viena, Goldfried quiso tomar un café solo, pero no encontró tazas apropiadas en el resto de su vajilla. Goldfried no tuvo más remedio que valerse de una taza de café con leche que le sirviera de recipiente para su café solo. Sin embargo, pese a su gran capacidad creativa, Briegmann era incapaz de tomar medidas a ojo, así que derramó más café de lo normal para un café solo en la taza pertinente al consumo de café con leche. Allan Goldmann, escritor y gran amigo de Goldfried que se encontraba en aquellos momentos con él, le advirtió: “Tu café solo te ha salido muy largo”. Briegmann miró de forma enigmática a su colega Goldmann y éste hizo lo propio con Goldfried. Se quedaron un rato en silencio, como si entre los dos pendiera una interrogante, hasta que Briegmann dijo: “Amigo, creo
que hemos descubierto el café solo muy largo”. Con el paso del tiempo, y suponemos que por comodidades lingüísticas, el denominado por Goldfried Briegmann “café solo muy largo” pasó a llamarse “café solo largo”, algo que no restó méritos al fabuloso descubrimiento que sigue vigente hasta nuestros días y que ha sido de gran utilidad a estudiantes, escritores y gentes que quieren permanecer despierta o para aquellos que prefieren tomar dos cafés solos de una vez y en una misma taza.
Pero las aportaciones de Briegmann al bienestar de la humanidad no se limitaron a tales descubrimientos. Indirectamente, Goldfried Briegmann también tuvo mucho que ver en otro gran hallazgo. Como ya dijimos anteriormente, su vajilla de tazas para cafés solos fue facturada por error a Kentucky. Éstas llegaron a una familia de granjeros apellidados Brieggman –pese al parecido fonético del apellido, nótese que el de Goldfried se escribe con una sola “ge” y dos “enes” al final del mismo, lo que explicaría, en parte, el error. Queda sin justificar el erróneo cambio de destino. Los Brieggman no devolvieron las tazas creyendo que se trataba de un regalo de algún pariente europeo y comenzaron a cavilar en busca de darle alguna utilidad a aquellos insignificantes recipientes. Thomas James Allward Brieggman, el pequeño de los Brieggman de Kentucky, fue el que dio con la idea. Los Brieggman de Kentucky, además de afanosos ganaderos, en sus ratos libres destilaban pacientemente un fabuloso bourbon, orgullo de la comarca. Un buen día, el pequeño Thomas apareció saboreando el bourbon en una de las pequeñas tazas de café. Todos los Brieggman, incluyendo la anciana abuela Dorothy, se quedaron fascinados ante la audacia del benjamín de la familia. Saltaron de alegría: el pequeño Thomas había conseguido darle utilidad a las tacitas. El bourbon era tan fuerte y explosivo que había que beberlo a tragos cortos y qué mejor recipiente que aquella pequeña taza.
Pero no todo quedo ahí. El abuelo Jefferson Thomas James Allward Brieggman, de los Brieggman de Kentucky, pese a congratularse con el descubrimiento, consideró que el asa de la tacita daba un aspecto demasiado amanerado a quien bebiera ese agresivo licor tan masculino. Así que decidió romper el asa de la taza que él solía beber. Sorprendidos por el gesto del abuelo, todos, incluyendo la anciana abuela Dorothy, quebraron
las asas de sus tazas. Y así nacieron los primeros y rudimentarios recipientes que hoy se han dado en llamar vasos de chupito.

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